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NOTAS DE ELENA G. DE WHITE LECCIÓN 1
Un panorama del discipulado
Sábado 29 de diciembre
Me ha sido mostrado que los discípulos de Cristo son sus representantes en la tierra, y es el designio de Dios que sean luces en las tinieblas morales de este mundo, esparcidas por todo el país, en pueblos, aldeas y ciudades, "espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres". Si obedecen las enseñanzas de Cristo en su Sermón del Monte, estarán procurando la perfección del carácter cristiano, y serán verdaderamente la luz del mundo, canales por medio de los cuales Dios comunica su divina voluntad, la verdad de origen celestial, a los que están en tinieblas y no conocen el camino de la vida y la salvación. Dios no puede desplegar el conocimiento de su voluntad y las maravillas de su gracia ante el mundo incrédulo, a menos que tenga testigos esparcidos en toda la tierra. Es su plan que los que participan de esta gran salvación por medio de Jesucristo, sean sus misioneros, que sean como señales para la gente, cuerpos luminosos en todo el mundo, epístolas vivas, conocidas y leídas por todos los hombres, y que con su fe y con sus obras testifiquen de la cercana venida del Salvador, y demuestren que no han recibido la gracia de Dios en vano. La gente debe ser advertida a que se prepare para el juicio venidero. A los que han estado escuchando sólo fábulas, Dios les dará una oportunidad de oír la segura palabra profética, a la cual hacen bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro. Él presentará la segura Palabra de verdad al entendimiento de todos los que quieran atenderla; todos podrán comparar la verdad con las fábulas presentadas ante ellos por hombres que pretenden comprender la Palabra de Dios y estar capacitados para instruir a los que están en tinieblas (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 558). Domingo 30 de diciembre
La comisión que Cristo dio a sus discípulos precisamente antes de su ascensión es la magna carta misionera de su reino. Al darla a los discípulos el Salvador los hizo embajadores suyos y les dio sus credenciales. Si, más tarde, se les lanzaba un desafío y se les preguntaba con qué autoridad ellos, pescadores sin letras, salían como maestros y sanadores, podrían contestar: Aquel a quien los judíos crucificaron, pero que resucitó de los muertos, nos designó para el ministerio de su palabra, declarando: "Toda potestad me es dad en el cielo y e la tierra". Cristo dio esta comisión a sus discípulos como sus ministros principales, los arquitectos que habían de echar el fundamento de la iglesia. Les impuso a ellos mismos, y a todos los que habrían de sucederles como sus ministros, el encargo de comunicar su evangelio de generación en generación, de era en era... La comisión dada a los discípulos nos es dada a nosotros también. Hoy como entonces, el Salvador crucificado y resucitado debe ser exaltado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación. Las nuevas del perdón por medio de Cristo han de ser comunicadas a toda nación, tribu, lengua y pueblo. El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardando la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares, sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor: "Pasa ...y ayúdanos". Ricos y pobres, humildes y encumbrados, están pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad tal cual es en Jesús. Cuando oigan el evangelio predicado con poder de lo alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y responderán a la invitación: "Venid, que ya está todo aparejado" (S. Lucas 14:17) (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 21-23). Este amor es la evidencia de su discipulado. "En esto conocerán todos que sois mis discípulos -dijo Jesús- si tuvieres amor los unos con los otros". Cuando los hombres no están vinculados por la fuerza o los intereses propios, sino por el amor, manifiestan la obra de una influencia que está por encima de toda influencia humana. Donde existe esta unidad, constituye una evidencia de que la imagen de Dios se está restaurando en la humanidad, que ha sido implantado un nuevo principio de vida. Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del mal, y que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural (Exaltad a Jesús, p. 292). Lunes 31 de diciembre
Los que aceptan a Cristo como su Salvador personal tienen la promesa de la vida presente y también de la venidera. El agente humano no debe dedicar parte de sus habilidades al servicio de Satanás sino manifestar una alianza indivisible con el Dios infinito y eterno. El más humilde discípulo de Cristo puede llegar a ser un habitante del cielo, heredero de Dios, de una herencia incorruptible que jamás se marchitará. ¡Oh, que cada cual se decida a aceptar el don celestial, para que llegue a ser heredero de Dios, de esa herencia cuyo título está fuera del alcance de todo destructor, y que es un mundo son fin! ¡Oh, que nadie prefiera el mundo, sino la herencia mejor! Que todos se apresuren y se esfuercen para alcanzar la meta que es el premio de la soberana vocación en Cristo Jesús. Que todos, por el amor de Cristo, tengan como ideal la educación que forma y prepara para el mundo mejor (Review and Herald, noviembre 21, 1893). Cualquiera sea la clase de negocios a que se dediquen los hombres, si son cristianos deben llevar el yugo del deber a Cristo. Ésta es su lealtad. Deben considerarse atados por obligaciones superiores. El Maestro, Jesucristo, ha puesto su yugo al cuello de cada discípulo. Al aceptar su yugo, éste se compromete a prestarle servicio durante toda la vida. Todo lo que pueda dañar o estorbar su servicio perfecto a Dios debe quitarse, de cualquier naturaleza o carácter que sea. No debiéramos darle a Dios un servicio dividido. El Señor ha unido su naturaleza con la humanidad expresamente para que pudiera convertirse en un objeto más tangible y definido de nuestra contemplación y amor. Nos invita a acercarnos y contemplar la gran luz, el Dios invisible vestido de ropaje humano emitiendo una gloria suavizada y amortiguada para que nuestros ojos puedan soportarla (En lugares celestiales, p. 201). La pregunta es: ¿Ha tomado cada uno su cruz y ha seguido a Cristo? Si lo ha hecho, entonces ha llegado a ser su discípulo. Y esto significa negarse a sí mismo además de tomar la cruz y seguirle; significa dejar de satisfacerse a sí mismo y cumplir con el deber cristiano. Ésta es la mayor evidencia del discipulado; la única cosa que prueba el carácter del discípulo y su preparación para heredar el cielo (Manuscript Releases, t. 21, p. 358). La unidad por la que Cristo oró debe ser el ideal sagrado de todo discípulo. Los que entren al cielo deben ser uno con Cristo; deben tener la misma perfección de carácter que él mostró en esta tierra, porque si fuera de otra manera, contaminarían el cielo. El examen y la prueba se realizan en este mundo; es aquí donde debe quedar estampada la imagen de Dios, mediante la gracia de Cristo, en el carácter de cada creyente que verdaderamente lo acepta. Todos los verdaderos discípulos son hechos miembros de la familia real; todos tienen un nuevo corazón y viven en perfecta armonía; tienen un mismo pensar aunque su lenguaje sea diferente. Su manera de expresarse puede diferir pero sus deseos e ideales son los mismos, pues luchan por alcanzar lo más elevado: la santificación mediante el Espíritu. Por eso se aman uno a otros (Testimonies for the Church Containing Messages of Warning and Instruction to Seventh-day Adventist, p. 45). Martes 1° de enero
Cuando Cristo estuvo en la tierra, no aconsejó a los pescadores que dejaran sus redes y barcas y que fueran a los maestros judíos con el fin de obtener una preparación para el ministerio evangélico. "Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron" (S. Mateo 4:18-22). Esta rápida obediencia, que no hace preguntas, que no espera un salario, parece extraordinaria. Pero las palabras de Cristo constituían una invitación que implicaba realmente todo lo que él quería dar a entender. Sus palabras tenían una influencia impelente. No contenían largas explicaciones, pero lo que decía tenía una fuerza decisiva (Cada día con Dios, p. 41) Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo alto, puede llevar una vida intachable. Con incansable paciencia y con simpática prontitud para ayudar, hacía frente a las necesidades de los hombres. Mediante el suave toque de su gracia desterraba de las almas las luchas y dudas; cambiaba la enemistad en amor y la incredulidad en confianza. Decía a quien quería: "Sígueme", y el que oía la invitación se levantaba y le seguía. Roto quedaba el hechizo del mundo. A su voz, el espíritu de avaricia y ambición huía del corazón, y los hombres se levantaban, libertados, para seguir al Salvador (El ministerio de curación, p. 15). Jesús nos conoce individualmente, y se conmueve por el sentimiento de nuestras flaquezas. Nos conoce a todos por nombre. Conoce la casa en que vivimos, y el nombre de cada ocupante. Dios a veces instrucciones a sus siervos para que fueran a cierta calle en cierta ciudad, a tal casa, para hallar a una de sus ovejas. Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fuera la única por la cual el Salvador murió. Las penas de cada uno conmueven su corazón. El clamor por auxilio penetra en su oído. Él vino para atraer a todos los hombres a sí. Los invita: "Seguidme", y su Espíritu obra en sus corazones para inducirlos a venir a él. Muchos rehúsan ser atraídos. Jesús conoce quiénes son. Sabe también quiénes oyen alegremente su llamamiento y están listos para colocarse bajo su cuidado pastoral. Él dice: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen". Cuida a cada una como si no hubiera otra sobre la haz de la tierra (El Deseado de todas las gentes, p. 445). Hay una gran obra que debe hacerse en la proclamación del evangelio. Dios llamará a quienes están detrás del arado o en las viñas y los enviará a su servicio, así como Cristo llamó a los pescadores a dejar sus ocupaciones cotidianas. Y así como los primeros discípulos dejaron sus redes y le siguieron obedeciendo su llamado, de la misma manera aquellos que hoy realizan las humildes tareas de la vida saldrán a proclamar el mensaje para este tiempo. No buscarán sentarse en lugares elevados sino que seguirán a Cristo en su camino de abnegación y sacrificios, y ganarán almas para el Salvador (Manuscript Release 760, "The Integrity of the Santuary Truth", p. 11). Miércoles 2 de enero
...Cuando este joven príncipe vino a Jesús, su sinceridad y fervor ganaron el corazón del Salvador. "Mirándole, amóle". En este joven vio él a uno que podría ser útil como predicador de justicia. Él quería recibir a este noble y talentoso joven tan prestamente como recibió a los pobres pescadores que lo siguieron. Si el joven hubiera consagrado su habilidad a la obra de salvar almas, habría llegado a ser un diligente obrero de éxito para Cristo. Pero primeramente debía aceptar las condiciones del discipulado. Debía consagrarse a sí mismo sin reservas a Dios. Al llamado del Salvador, Juan, Pedro, Mateo, y sus compañeros, "dejadas todas las cosas, levantándose, le siguieron". La misma consagración se exigió del joven príncipe. Y en esto Cristo no pidió un sacrificio mayor del que él mismo había hecho. "Por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico sólo tenía que seguir el camino recorrido por Cristo. Cristo miró al joven, y anheló que le entregara su alma. Anheló enviarlo como un mensajero de bendición a los hombres. En lugar de aquello que lo invitó a entregarle, Cristo le ofreció el privilegio de su compañía. "Sígueme", dijo. Este privilegio había sido considerado como un gozo por Pedro, Santiago y Juan. El joven mismo miraba a Cristo con admiración. Su corazón era atraído hacia el Salvador. Pero no estaba listo a aceptar el principio del sacrificio propio expresado por el Salvador. Elegía sus riquezas antes que a Jesús. Anhelaba la vida eterna, pero no quería recibir en el alma ese amos abnegado, el único que es vida, y con un corazón pesaroso se apartó de Cristo (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 323). Cuando renuncies a tu voluntad propia, a tu sabiduría propia y aprendas de Cristo, hallarás admisión en el reino de Dios. Él requiere una entrega entera y sin reservas. Entrégale tu vida para que él la ordene, modele y disponga. Toma su yugo sobre tu cuello. Sométete para ser guiado y enseñado por él. Aprende que a menos que seas como un niñito, nunca podrás entrar en el reino de los cielos. Morar en Cristo es elegir únicamente el carácter de Cristo, de modo que los intereses de él se identifiquen con los tuyos. Mora en él para ser y hacer sólo lo que él quiere. Éstas son las condiciones del discipulado, y a menos que las cumplas, nunca podrás hallar descanso. El descanso está en Cristo. No puede existir lejos de él (Mensajes selectos, t. 1, p. 129). ...¿Es el siervo mayor que su Señor? ¿Practicará el Redentor del mundo la abnegación y el sacrificio por nosotros, y los miembros del cuerpo de Cristo se entregarán a la complacencia propia? La abnegación es una condición esencial del discipulado (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 366). Si se suprimieran los mil canales del egoísmo que ahora existen, y si se dirigieran los recursos hacia el conducto debido, una gran cantidad de dinero fluiría hacia la tesorería. Muchas personas compran ídolos con el dinero que debería ir a la casa de Dios. Nadie puede practicar la verdadera generosidad sin practicar antes la abnegación genuina. La abnegación y la cruz están directamente en el camino de cada cristiano que es un verdadero seguidor de Cristo. Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (S. Mateo 16:24). ¿Quiere cada alma considerar el hecho de que el discipulado cristiano incluye la abnegación, el sacrificio de sí mismo, hasta el punto de entregar la propia vida, si esto fuera necesario, por amor al que dio su vida por la vida del mundo? Los cristianos que contemplan a Cristo en la cruz están comprometidos por su obligación hacia Dios, a causa del don infinito que él hizo en la persona de su Hijo, de no retener nada de lo que posean por muy precioso que esto sea para ellos. Si poseen cualquier cosa que pueda emplearse para atraer a cualquier alma, no importa cuán rica o cuán pobre ésta pueda ser, hacia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, deben utilizar libremente tal cosa para realizar este propósito. El Señor emplea a los agentes humanos para que éstos sean colaboradores con él en la salvación de los pecadores (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 302, 303). Jueves 3 de enero
Cuando se le hizo a Cristo la pregunta: ¿Eres tú el Hijo de Dios? sabía que contestar afirmativamente significaría su muerte segura... No estuvo dispuesto a hablar hasta que se lo interrogó abiertamente... En esa ocasión dejó un ejemplo para que lo siguiera el hombre en circunstancias similares. Quería enseñarle que no debía apostatar de su fe para escapar de los sufrimientos o aun la muerte (A fin de conocerle, p. 216). ...Si estuvieran consagrados al servicio del Maestro, no contenderían unos con otros como si fueran una familia de niños indisciplinados. Cada uno estaría firme en su puesto del deber, trabajando con alma y corazón como misionero de la cruz de Cristo. El Espíritu Santo habitaría en el corazón de los obreros, y se realizarían obras de justicia. Las oraciones y simpatías de una iglesia vigilante acompañarían a los obreros a su servicio. Recibirían sus órdenes de Cristo y no tendrían tiempo para contenciones. Se escucharían mensajes provenientes de labios que han sido tocados por el carbón encendido del altar divino. Se oirían palabras fervientes y puras. Oraciones de fe, humildad, y llenas de congoja ascenderían al cielo. Mientras los obreros se mantuvieran asidos con una mano de Cristo, con la otra tomarían ansiosamente a los pecadores para atraerlos a él (Testimonios para la iglesia, tomo 7, p. 229). Recordad que un discípulo debe hacer la voluntad de su maestro. No debemos razonar acerca de los resultados; porque entonces siempre estaríamos ocupados y en incertidumbre. Debemos tomar nuestra posición reconociendo plenamente el poder y la autoridad de la Palabra de Dios, sea que esté de acuerdo con nuestras opiniones preconcebidas o no. Tenemos un libro guía perfecto. El Señor nos ha hablado; y sean cuales fueren las consecuencia, debemos recibir su Palabra y practicarla en la vida diaria; de lo contrario, estaremos escogiendo nuestra propia versión del deber y haciendo exactamente lo contrario de lo que nuestro Padre celestial ha planeado que hagamos (El ministerio médico, pp. 337, 338). Hay trabajo para vosotros en la iglesia y fuera de ella. "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto" (S. Juan 15:8). El fruto que llevamos es la única cosa que prueba el carácter del árbol delante del mundo. Es la demostración de nuestro discipulado. Si nuestras obras son de tal carácter que, como pámpanos de la Vid viviente, producimos ricos racimos de preciosas frutas, exhibimos ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Somos epístolas vivientes, conocidas y leídas de todos los hombres (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 26). El Salvador... muestra la señal del discipulado: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos". Debemos aferrarnos al Dios viviente mediante la fe, y mantener una experiencia tal que manifieste amor, ternura, bondad, compasión y afecto. Estos rasgos de carácter son el fruto que el Señor Jesús quiere que produzcamos y que presentemos ante el mundo, como testigos de que tenemos un Salvador que puede elevarnos y salvarnos... No necesitamos estar en el lado de los perdedores, porque él es nuestra eficiencia en todas las cosas (Nuestra elevada vocación, p. 146). Jesús caminó a lo largo del Mar de Galilea en una misión muy importante. Durante dos años había predicado, pero no había escogido a nadie
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